No les fue difícil
tomar de un almanaque la totalidad de los días
y desparramarlos sobre la mesa para crear una revolución
inservible,
sin relación cronológica,
inoperante y ambigua, y repartir
despiadados,
los equívocos,
las culpas, las ganancias,
las lógicas migratorias,
los zoológicos,
las represas de los ríos,
los ríos,
los cuerpos,
las mareas,
todo aquello que al final del día
cada uno hará pedazos una y otra vez,
hasta ver en esos emblemas
el alcance de sus influencias
y detritos.
Después
se podrán sentar,
a gozar de sus contribuciones contra
cualquier gesto que se les cruce,
sin excusas
y más allá de los testigos.
Con el sol otra vez quemando
ya no habrá tiempo para cumbres
climáticas y convenciones
sobre violencia y disparidad.
La arena será un infierno.
Los pies una superficie enervada.